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SOBRE EL CINE DEL DICTADOR, LA MEMORIA HISTÓRICA Y AÚN ESTOY AQUÍ

Por Benjamín Rivaya 

Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Oviedo (España)

Ainda estou aqui es la declaración de amor que sirve de título a la última y magnífica película de Walter Salles, el gran cineasta brasileño de Diarios de motocicleta y Estación central del Brasil. Porque si en una clasificación muy gruesa del cine todo cabría distinguir entre películas de amor y películas de justicia, en este caso estamos ante una que reúne ambos tópicos, el amor y la justicia; también ante una película familiar, en el sentido de que cuenta la historia de una familia que lucha (toda una vida) por sobreponerse a la desgracia. Basada en hechos reales (el argumento, en síntesis, es sencillo: la dictadura hace desaparecer a un opositor, Rubens Paiva), se trata sin duda de un filme de derechos humanos y, por tanto, también es cine jurídico, apareciendo instituciones típicas del Derecho como el recurso de habeas corpus, la declaración de ausencia y de fallecimiento y sus consecuencias jurídicas, etc.

 

Cine de derechos humanos en cuya narración éstos son vulnerados de manera atroz y, por tanto, a contrario sensu, resultan reivindicados. Puesto que de la que se habla es de la dictadura brasileña que va de 1964 a 1985, podemos integrar esta película en el cine del dictador, rótulo análogo al de la novela del dictador, que en sentido amplio incluirían todas las películas y novelas que, respectivamente, tratan de las dictaduras latinoamericanas. Aunque la dictadura brasileña ha sido tratada por el cine en películas muy interesantes, como Bautismo de sangre (Helvécio Ratron, 2006) o Marighella (Wagner Moura, 2019), hasta donde yo sé su número es muy inferior al de las que versan sobre la dictadura chilena de Pinochet o la argentina de las Juntas militares.

Si para hablar de cine o novela del dictador se requiere que la narración fílmica o literaria se fije en la triste figura del dictador, precisamente, quien entonces detenta el poder autoritario/ arbitrario en Brasil, en 1971, Emilio Garrastazu Médici, aparece en el retrato que cuelga de la pared de una institución bancaria y en la declaración que se dice que hace el mismo presidente acerca del secuestrado protagonista, que ha “desaparecido en combate”, trayendo esas palabras a nuestra mente la idea del desaparecido (imposible no recordar Missing, de Costa Gavras).  El desaparecido, que como en la misma película se argumenta, remite a un crimen contra la persona que se hace desaparecer, que se asesina, pero también contra todas aquellas otras que la quieren, a las que se les hace vivir en la tortura emocional de la incertidumbre. Cine de la tortura también, por tanto, tan aplicada por los regímenes que describe este subgénero cinematográfico que estamos comentando, tortura cometida en lugares específicos, lúgubres mazmorras, como ocurre aquí, reenviando a la a un mismo tiempo repugnante y maravillosa Saló o los 120 días de Sodoma, de Pier Paolo Pasolini, quien vino a definirla, la que sería su última película, como un discurso sobre “la anarquía del poder”, es decir, sobre un poder carente de límites, el anti-Estado de Derecho, lo que nos hace volver al cine del dictador, que ejerce un poder así.

Iba a decir “por último”, pero por supuesto no es la última reflexión que esta admirable película propiciaría porque hay muchos aspectos técnico- artísticos destacables, como las maravillosas interpretaciones, especialmente la impresionante actuación de Fernanda Torres (continuada por la de su madre, Fernanda Montenegro), o la fotografía; además de muchos otros asuntos históricos e ideológicos interesantes que podrían comentarse en extenso. Dicho esto, por último hay que destacar que estamos ante un monumento fundamental de la memoria histórica, ante un ejemplo, por tanto, del cine como medio idóneo de esa memoria que hay que cultivar para honrar a quienes fueron deshonrados por los citados regímenes dictatoriales; a los perseguidos, a los asesinados, a los masacrados, los postergados, los discriminados; a los olvidados, para que nunca se nos olviden del todo.

 

Cuando ya daba por cerrado este comentario, aparece la noticia de que Ainda estou aqui ha obtenido el Oscar a la Mejor Película Internacional, lo que me llena de alegría.

 

                                                                                              Benjamín Rivaya

                                                                                              Oviedo, marzo de 2025

 

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