Hace unos días el gobierno peruano (siguiendo lo que están haciendo otros gobiernos), mediante DECRETO SUPREMO N° 168-2021-PCM ha dispuesto una serie de restricciones de acceso a lugares cerrados a donde ahora no se puede ingresar si no se acredita tener las dos dosis de la vacuna (mientras tanto se está inmunizando a las personas con una tercera dosis).
Esta medida está generando todo tipo de protestas, pero también efectos prácticos en trabajadores, por ejemplo, a quienes no se les permite ingresar a su centro de trabajo si no se han vacunado. Debemos señalar que hoy en día hay en promedio un 70% de población vacunada y la población afectada por estas restricciones tiene acceso sin restricción a las vacunas.
A continuación presentamos nuestra entrevista realizada al profesor Manuel Atienza, Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Alicante, donde nos comparte su opinión antes estas nuevas restricciones impuestas por el gobierno.
E: A partir de su modelo teórico, ¿qué opinión tiene sobre estas estrategias de los gobiernos frente al COVID?
Manuel Atienza: Me parece una medida completamente justificada. El movimiento antivacunas sólo puede obedecer a una idea profundamente equivocada de la libertad (la libertad neoliberal, criticada, avant la lettre, por Marx cuando se refería al individualismo que consideraba a cada persona, a cada individuo, como una mónada aislada) y a una concepción de las relaciones sociales que responde al famoso dicho de Margaret Thatcher: la sociedad no existe, sólo hay individuos.
El problema al respecto, yo creo, no es de justificación, sino de explicación. Para justificar la medida basta con hacer una ponderación de lo más simple (a la que ninguna persona que no sea irracional podría oponerse): preservar la salud de la gente está por encima de la presunta merma de la libertad personal consistente en recibir un pequeño pinchazo en el brazo. Por lo demás, ni siquiera se fuerza a nadie a ello (y yo no creo que haya razones morales en contra de hacer obligatorias las vacunas; si no se hace -y me parece bien- es simplemente por cuestiones de oportunidad), sino que simplemente se le dificulta la vida, que pueda realizar actividades de importancia. Lo difícil, en mi opinión, está en cómo explicarse que haya surgido este movimiento irracionalista y que transparenta la incapacidad de tanta gente para cumplir normas básicas de convivencia. Vivimos en sociedades que tienen fuertes pulsiones anómicas, pero cuyo sentido es claramente regresivo. Lo que yo pienso es que el virus del neoliberalismo ha colonizado los cerebros de mucha gente, incluyendo aquí a los que no se consideran neoliberales.
E: Comparativamente con lo que está ocurriendo en Europa ahora mismo, ¿cómo evalúa estas medidas del gobierno peruano?
Manuel Atienza: Sí, en Europa está ocurriendo algo parecido. El movimiento antivacunas (por increíble que parezca) es muy fuerte en países con niveles de educación y bienestar alto, como es el caso de Holanda, Inglaterra o Austria. Quizás no convenga olvidar que el nazismo surgió en el país que, en la época, era el centro mundial de la cultura. La estupidez y la maldad alcanza también a las personas cultas, pero a mí me parece muy importante, en todo esto, reivindicar el papel de la ciencia y de la tecnología, o sea, el papel de la razón. Y hablo, por cierto, de ciencia y de tecnología, no de científicos y tecnólogos, que podrían estar también infectados (algunos lo están, pero parece claro que en menor medida que el resto de la población) por el mismo virus ideológico. En definitiva, me parece un caso trivialmente fácil, con una única y obvia respuesta: en Europa o en Latinoamérica o en cualquier otra parte del mundo. También es obvio, por cierto, que la distribución que se ha hecho de las vacunas (privilegiando como todos sabemos a los países y a los individuos ricos frente a los pobres) es de imposible justificación. Un caso más de aplicación del objetivismo moral.