Presentación del libro de Mauro Barberis
Por César Landa Arroyo
El autor plantea dos interrogantes para abordar el tema:
Primero, ¿qué mueve a las sociedades democráticas a alejarse de los principios e instituciones que las fundamentan?
Segundo, ¿no es acaso la democracia el destino de Occidente?
Sobre la base de estas interrogantes, el autor recuerda que los clásicos —desde Aristóteles, pasando por Maquiavelo— postularon la fórmula del gobierno mixto de monarquía, aristocracia y democracia como la mejor forma de gobierno para una sociedad; pero también señalaron el peligro de la deriva tiránica de una monarquía, la deriva oligárquica de la aristocracia y la deriva populista de la democracia, si no hay equilibrio y controles mutuos.
Muestra de ello, señala el autor, son los casos que se desarrollaron en el Brexit en la campaña que apartó al Reino Unido de la Unión Europea, la elección de Trump frente a Hilary Clinton en los Estados Unidos y el gobierno amarillo azul en Italia que amalgamó fuerzas políticas extremistas del norte y del sur. A partir estos eventos se pone en evidencia la aparición victoriosa del populismo digital, que ha puesto en cuestionamiento los principios e instituciones tradicionales de la democracia representativa en Occidente.
La raíz de este avance del populismo digital —señala— se puede encontrar, de acuerdo con la agenda populista, en la inseguridad ciudadana de carácter político luego de los atentados del 11 de septiembre del 2001, la crisis económica de 2007-2008 y la crisis migratoria de 2015, donde dichos riesgos generaron respuestas emocionales antes que racionales y razonables; convirtiéndose la inseguridad política, económica y social en instrumento del populismo digital; que explotó y explota nuestras ansiedades y miedos, aislando a la democracia liberal como una alternativa y colocando en el centro —al que denomina— “El caballero oscuro” del populismo digital.
En ese escenario, el autor nos recuerda que en la historia de la humanidad han pasado grandes catástrofes y calamidades humanas que a lo largo del tiempo se fueron asumiendo para prevenirlas, canalizarlas o resolverlas, a través de la racionalidad de los medios y fines políticos democráticos desde hace más de 200 años, a través del Estado de derecho. Pero el populismo digital ha incorporado la soberanía del “populacho de Internet”, multiplicando los riesgos y erosionando las instituciones democráticas, porque ha creado un homo mediático, caracterizado por la desintermediación —sin respeto a las instituciones, sin participación a través de los partidos y librado a su uso libertario del internet—; la fragmentación —la política ya no canaliza las aspiraciones ideológicas, sino que se desbordan a través de las redes sociales—; la polarización —radicalización de la política, base de la falta de diálogo y consensos—; y la contestabilidad del poder —uso libertario y revanchista del internet frente a las élites de los poderes políticos y económicos del establishment de derecha e izquierda—.
Todo ello a partir del uso simbólico de un smartphone, que ahora está prácticamente a la mano de cualquier persona, generando una “democracia demente” en la medida que el Internet no solamente multiplica los prejuicios hasta el paroxismo, sino que la revolución digital y la causa principal, aunque ciertamente no la única, del populismo actual, guarda mucho de resentimiento social contra las élites y el poder. Ello es canalizado fundamentalmente por las posiciones de extrema derecha, con la tolerancia de las grandes plataformas tecnológicas, en la medida que constituyen la base de sus grandes negocios (por ejemplo, el jueves 29 de julio Bruselas expedientó a Elon Musk dueño de X [Twitter] por alimentar a su nuevo modelo de IA Grok con todos los tuits enviados por sus millones de usuarios, sin su conocimiento y menos autorización).
Pero también la tecnología es instrumentalizada por gobiernos autoritarios en el mundo (por ejemplo, el jueves 29 de julio el Gobierno turco de Erdogan apagó el Instagram en su país, porque dicha plataforma censuró los mensajes de pésame al líder político de Hamás asesinado por el Gobierno israelí en Teherán). Por ello, se puede señalar, siguiendo a Zuboff, que vivimos en la era del capitalismo de la vigilancia electrónica.
Pero para curarnos del populismo digital el autor nos plantea tres posibles remedios:
Primero, defender las instituciones contra mayoritarias, lo que supone un equilibrio entre el gobierno y la oposición, recuperando la vieja fórmula del gobierno mixto.
Segundo, usar el populismo digital contra sí mismo, despojando la maquinaria de propaganda populista de noticias falsas en manos del extremismo.
Tercero, regular el Internet; lo cual es una responsabilidad del Estado como garante del interés general y no solo de la autorregulación de las grandes plataformas digitales, lo que es una ilusión.
Finalmente, el autor nos recuerda que el Internet y las tecnologías de la información aparecieron para liberar a la humanidad de las tareas mecánicas cotidianas que daban sentido de la vida, pero ahora parece que la única tarea importante es la optimización de los motores de búsqueda, recordando a Andreas. De allí que, sea razonable exigir la transparencia en el quehacer de las grandes plataformas digitales, para que así los humanos no terminen siendo una suerte de “simios digitales”; ello más aun teniendo en cuenta que las cinco grandes compañías como Facebook, Apple, Amazon, Microsoft y Google —FAAMG— ya desde el 2021 constituyen la tercera economía más grande del mundo, solo después del producto bruto interno de Estado Unidos y China.
Por ello, concluye el autor, quizás sea inevitable que en la solución se mezclen las variantes del constitucionalismo, el neoliberalismo y el populismo, pero sin el predominio de este último, porque, de lo contrario, sería el cierre del ciclo del homo sapiens para volver a ser un chimpancé.
MAURO BARBERIS
Mauro Barberis (Génova 1956), es profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Trieste y codirector de las revistas Ragion pratica y Materiali per una storia della cultura giuridica. Es autor de diversas publicaciones sobre la teoría jurídica y la filosofía del derecho, así como la relación entre el derecho y la política. Entre su producción académica resalta: Ética para juristas (2008); Estado, derechos, interpretación (2013); Introducción al estudio del Derecho (2015); No hay seguridad sin libertad (2020), Separazione dei poteri e giustizia digitale (2023).